domingo, 4 de enero de 2009

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo V - El Despertar)

Rápidamente me encerré en mi habitación después de comprobar que la casa estaba vacía en esos momentos. Realmente tenia sueño, porque esa mañana había “madrugado” para acudir a la Editorial. No obstante, el Diario del taxista me llamaba la atención y decidí echarle una ojeada. Al abrir el cuaderno me llevé varias sorpresas: La primera al comprobar que su letra era corriente y bien legible. La segunda sorpresa fue el encabezamiento de primera página, que rezaba así: “Amar a una Diosa...”. Otra sorpresa fue el aluvión de divinas palabras que continuaban y que se presentían escritas con el corazón, por alguien capaz de beberse un océano por el amor de una hembra.

Como dislumbré una larga y amena lectura, me situé mas cómodamente, no sin antes acudir, en primera visita a la cocina, a prepararme un buen tazón de café. Pronto el timbre de la puerta me sobresaltó, no esperaba visitas. Era mi hija.

- ¡Hola, majo!. Por fin te dejas ver.

- ¡Hola, preciosa!.

- ¿Estás muy ocupado o puedes recibirme?.

- Para ti sabes que nunca estoy ocupado. Otra cosa es que no me encuentres en casa cuando vienes.

- Ya.

- Es raro verte a estas horas por aquí. ¿Quieres algo?.

- Si. Quiero ver a mi padre.

- Bueno, pues, aquí me tienes. Y sabes que me ves muchas veces.

- Ya, pero no todas. Y tu también sabes que lo que me gustaría es verte todos los días.

- Mira, creo que nosotros aun no hemos tenido una conversación en serio. Pasa a mi cuarto y hablaremos mas tranquilamente. Creo que se a lo que vienes.

- Tu siempre sabes todo, pero no te enteras de nada.

- Ya empezamos. Habla de una vez... ¿Qué te pasa?.

Por toda contestación, se arrancó a llorar. Mi corazón pegó un vuelco estrepitoso. Nunca he conseguido superar el ver a una mujer llorando, pero tratándose de mi hija sentí mayor dolor. Al abrazarla sentía su cuerpo tibio contra en mío convulsionado y a mi mente acudieron los recuerdos. ¡Hace tan poco tiempo que yo la mecía entre mis brazos!. De repente la ví pequeña, tan pequeña. Si todavía era una niña. Pero llorando ya utiliza sus armas de mujer.

- Venga, venga, cariño. Ya pasó. Cálmate.

- No puedo, hoy me toca la vena sensiblera.

- Vamos cuéntamelo todo. Hablándolo se ve distinto.

- No se como empezar, quizás te moleste lo que te diga.

- No me va a molestar nada de lo que tu me digas. Un padre está para escuchar a su hija, entenderla, ayudarla en todo, nos moleste o no. Deja de llorar que te pones fea, siempre te lo digo. Además, sabes que eres lo único que quiero en este feo mundo.

- De eso se trata. Que soy la única. ¿Y mi madre?.

- Creí que eso ya lo teníamos superado, hija. Lo de tu madre pasó y así está la situación. No puedo ocultarte que después de tantos años de quererla, de estar día a día enamorado de ella, aún no se me ha borrado nada, ni creo que nunca se me borre. Siempre quedará ahí, en cada recuerdo y en cada rincón donde ambos estuvimos alguna vez juntos.

- ¿Y no crees que a ella la pase lo mismo?.

- Puede, pero su orgullo la obliga a superarlo. No olvides que fue ella la que me pidió la separación y que sus motivos tendría para dar un paso tan importante. Por supuesto que contábamos con tu reacción al tema.

- Pero os daba igual que yo opinase que no. Cuando me lo comunicasteis ya lo teníais todo decidido. ¿Y que me quedaba?. ¿Qué hubierais hecho si me planto y os digo que yo no estaba de acuerdo?. ¿Daríais un paso atrás?.

- Por mi parte sabes que si. Ella ya lo tenia decidido y hubiese pasado por encima de ti y de mi para conseguirlo. Mira, hija, tu puedes venir cuando quieras a verme, incluso puedes pasar las noches que quieras en mi casa, cuando a ti te apetezca. Tan solo se lo tienes que comunicar a tu madre por anticipado.

- Pero a ella no la gusta que venga tanto por aquí y menos a pasar alguna noche. Debe creer que me vais a pervertir entre tanto bruto suelto por esta casa.

- Mira, la decisión de venir es tuya y harás lo que te venga en gana. Solo tienes que decírselo a ella antes. Si a ella la gusta o no, que se lo aguante. Nosotros dos somos los perjudicados por su capricho y estamos en el mismo barco. Si ella pidió la separación y nos hizo tanto daño a ambos, a ti y a mi, y hemos llegado a esta situación por su culpa, encima que no nos pida mas egoísmos y que aprenda a callar de vez en cuando. Ya tiene lo que quería y nosotros no. No dejemos que nos haga mas daño y entre tu y yo nos tenemos que acomodar a esta mala situación lo mejor posible. Una solución ya no la tiene.

- ¿Tu crees de verdad que no tiene solución?. ¿Y si volvéis?. Ese es un fuerte deseo secreto que yo tengo. Veros juntos de nuevo.

- Hija, si algo tengo muy claro en mi vida es una sola cosa. Si tu madre algún día me pidiese volver de nuevo junto a ella yo no acudiría. Por muchos motivos.

- Dime alguno.

- No soy rencoroso pero ella, con su decisión me hizo daño, mucho daño. Si vuelvo siempre estaré con la duda de que vuelva a repetirse la escena tarde o temprano y otra vez yo a preparar maletas. Y un nuevo golpe no podré resistirlo. Te confesaré que de resultas de todo esto se me ha quedado la fea costumbre de ponerme en guardia, a la defensiva, cada vez que se me acerca una mujer. Sabes ya que soy muy sentimental, cariñoso y yo me pregunto siempre que voy a hacer con tanto amor que tengo dentro, que se está desperdiciando. Pues bien, basta que una mujer se me acerque, digamos cariñosa para que, como un resorte, me ponga a la defensiva. Pero todo ello por un motivo: No quiero que ninguna otra me haga daño otra vez, que empiece una relación seria y cuando tenga ganado hasta el último aliento de mi cariño, entonces me abandone como un trapo usado. Porque me dejaría así emocionalmente, como un trapo roto y sucio. Ya te digo que no soy rencoroso, que aguanto todo el daño que ella me hizo, pero, el daño que a ti te hizo no se lo perdonaré jamás, jamás. Los padres deberían anteponer siempre el interés de sus hijos al egoísmo propio.

- Pero, ¿Volverías con mi madre por mi?.

- Por ti yo me tragaría mis miedos e incertidumbre y sufriría cualquier martirio, llegando incluso a empeñar el resto de mis días, a cambiar infelicidad por felicidad. Pero para ti no seria conveniente vernos de nuevo juntos, no seria lo mismo. Notarias a cada instante que es un amor fingido, forzado, y seria peor. Y acabarías añorando, igual que ahora, aquellos ratos felices del pasado. Y el pasado es el pasado y el presente es lo que importa y el futuro es lo que tememos. Hay que pensar en el futuro, preparándolo en el presente y con la experiencia del pasado.

- En pocas palabras, que me va a dar lo mismo vosotros juntos que separados.

- Exactamente. Lo importante ahora es seguir siendo padre e hija, sin distanciamientos, vivir felices nuestro presente, ayudarnos para el futuro que nos amenaza y dejar el pasado solo para algunas ocasiones especiales, para algunas largas tardes de invierno, por ejemplo, en que los dos juntos demos un repaso al álbum de fotos.

- Me tengo que marchar ya. No me llevo soluciones pero ya me encuentro un poco mejor. Perdona si me pongo tonta algunas veces.

- No hija, si en eso has salido a mi. Yo tengo muchísimos ratos tontos, que se le va a hacer.

- Lo peor será cuando lleguen los días mas señalados de Navidad y otras fechas también señaladas.

- Para entonces hablaremos de nuevo y lloraremos otro poco.

- Dame un beso, y hasta la vista.

- Hasta la vista, hija.

Debieron pasar varios minutos hasta que me di cuenta de que yo seguía allí, de pié, frente a la puerta de la calle por donde ella marchó, mirando a la nada. Durante esos momentos volví a recordar aquella niña pequeñita, llorando entre mis brazos, tan inocente e indefensa y los maravillosos ratos que nos proporcionó a su madre y a mi contemplarla dormidita en su cunita, una niña tan bonita. Reflexioné ante la inocencia de los hijos. Y luego dicen de las calamidades que deben afrontar los padres. Y no se piensa en que la peor parte la llevan siempre los hijos, que no tienen la culpa de venir a este mundo, que no son llamados, que nosotros los traemos. Que sufren la llegada inicial con un llanto y nosotros con una alegría. Que sufren una educación que nosotros les imponemos y que creemos justa. Y por último, que sufren una separación del cariño de sus padres porque nosotros también se lo imponemos. Entonces, ¿Qué les queda a ellos para imponernos?. ¿Qué les queda para defenderse de nosotros?. ¿Por qué no puedo sufrir yo solo y sin que también tenga que sufrir un inocente?.

Hundido y destrozado emocionalmente volví a mi habitación y me encerré con rabia. Interiormente para aislarme del mundo y de esa pesada carga. Pero no se puede disfrazar una realidad, ni en la Ciudad, ni en el desierto. Siempre será una realidad y solo nos queda la medicina de la fantasía para deformarla por un rato. Me tropecé con el Diario, de nuevo el Diario. He aquí una fantasía momentánea, una medicina para ayudarme ahora a olvidar un ratito la realidad. Volví a abrir sus páginas y su fantasía comenzó a absorberme, comenzaba a hacerme efecto su droga. A medida que avanzaba entre los renglones del cuaderno empecé a descubrir un mundo completamente distinto, casi sobrenatural. Este loco de Jesús llenaba páginas y mas páginas, ora con sus sueños, ora con sus divagaciones. Y allí estaba yo, leyendo los mas recónditos secretos de un corazón humano rematadamente loco de amor. Y parece mentira lo que es capaz de hacer el amor, y el cerebro, nuestro cerebro, es capaz de imaginar las mas hermosas palabras y también las mas obscenas y soeces, pero, el amor consigue abrir solo las compuertas de las primeras y deja las segundas para cuando otra viscosa adrenalina inunda nuestra materia gris y nuestro bajo vientre.

Avanzar en esa lectura era alucinante. Pasadas algunas horas y absorto en él, descubrí que ya no me encontraba solo en casa. Diversos ruidos familiares y una música de decibelios al límite de la frecuencia del tímpano humano me retornó, de nuevo, a la realidad. Miré el reloj para sorprenderme de que me había “perdido” durante varias horas entre un enorme conglomerado de sopa de letras. Casi entumecido abrí la puerta de mi cuarto y los presentes, habitantes conmigo del resto de la casa, se quedaron inmóviles al verme. Estaba claro que yo era ahora el centro de atención y eso me incomodó un poco.

- ¿Estamos molestando, Theo?.

- No, descuida, solo quiero comprobar que he vuelto a al realidad de la casa.

- Oye, que si te hemos cortado el “plan”, perdona chico, no nos dimos cuenta que estabas ya en casa y bien acompañado.

- Pero, ¿Qué decís?, si estaba yo solito, leyendo.

- Pues por la cara que tienes parece como si estabas “faenando”.

- Si no me crees, Alberto, entra en mi habitación y comprueba tu mismo. Estaba yo solo y leyendo un libro que hoy me han prestado.

- Theo, deberías cuidar un poco tu salud, te aseguro que parecías tal que un zombi saliendo de tu cuarto y si tu rostro ahora no está reflejando las secuelas de una batalla entre sábanas y muy dura, por cierto, es que andas mal de salud y eso en ti es preocupante, bastante.

- Yo siempre he creído que las batallitas entre sábanas estaban recomendadas como el mejor ejercicio, y no al revés. Gracias por preocuparos por mí. Tenéis toda la razón, necesito descansar y voy a dormir un poco. Procurad ser buenos.

0 comentarios:

PATROCINADORES

Gif Imagen 468x60

CopyRight ©