miércoles, 24 de diciembre de 2008

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo IV - El Diario)

Apenas hablamos durante la comida, cada cual con sus pensamientos. En la mesa de al lado dos camioneros hablaban a voces y hacían comentarios soeces sobre la anatomía de Fulanita, mezclado con experiencias propias de pistones y bielas de sus máquinas de trabajo. Afuera parecía dejar de llover y los hogares absorbieron a la gente corriente alrededor de cada mesa para quedar las calles desérticas. Jesús y yo comimos verdaderamente bien y barato, todo hay que decirlo, y decidimos rematar con un buen café. Bendito ritual de cada día.

- ¿Theo?.

- Dime.

- No, nada.

- ¿Lo hemos hablado todo?.

- Que va, aún nos falta mucho que decir.

- Pues tu dirás.

Pero volvió la vista y no dijo nada de momento. Le miré fijamente y me dio la sensación de que él estaba luchando interiormente por algo, quizás por tomar una decisión. Le noté inquieto y algo indeciso. Pensé en mi mismo, sentado, a esas horas de la tarde, en un restaurante de un barrio cualquiera delante de un tal Jesús, una persona a la que acababa de conocer y que, sin embargo ya me parecía que fuésemos amigos de toda la vida.

- ¿Theo?.

- Vamos, suéltalo ya, Jesús.

- Esa mujer no puede existir.

- ¿En qué quedamos?.

- Theo, yo... no sé explicarme bien, no he nacido buen orador. Lo que quiero darte a entender es la facilidad con que se piensa en ella. Mira, punto por punto. Se piensa fácilmente en ella, quiero decir, se piensa fácilmente en la existencia de ella, pero se hace difícil el saberla ser en la realidad.

- Una de dos, Jesús, o me he perdido o creo entenderte.

- Explícamelo mejor tu, por favor.

- Bien, dime si me equivoco. Antes debo aclararte algo que tienes muy confuso. Jesús, estas enamorado y una persona enamorada siempre ve todo a través de un cristal propio, que siempre te da una imagen bonita de ello. Si la chica es fea, la ves como la mas hermosa. Si tiene un defecto físico, tartamudea, etc., para ti siempre ella tendrá una buena figura y su voz será suave y melodiosa. Con ello no pretendo desilusionarte, yo creo en el amor, en el amor puro, en el autentico. Fíjate si te creeré en lo que me dices que pienso escribir tu historia y darle con ella en las narices a mi editor, que piensa que el amor ha muerto, quizás porque a el la vida le ha tratado de otra forma distinta. Espera..., no digas nada aun, déjame terminar a mi. Se supone que tu estas mentalizado primordialmente en que existe el rumor de que ella vive, que es real. Posteriormente la idealizas en tu cabeza y das rienda suelta a tu amor, quizás mucho tiempo oculto, escondido en tu profundidad. Un día crees ver en una cliente a la susodicha chica y zás..., le das la imagen, la forma, a todas tus fantasías. Señores ya teníamos el patrón base, a partir de ahora ya podemos dar forma al tejido hasta conseguir el traje a medida.

- Por ahí van los tiros.

- Entonces, tu problema es sencillo darle solución. Y como siempre debe existir un “pero”, el tuyo resulta ser el que no la has vuelto a ver, ni la conoces bien. Así nunca podrás declararla tu amor por ella. ¿Y si te resulta casada, o monja?.

- Te burlas de mi, pero estas en lo cierto en todo cuanto me dices. Y no me importa que esté casada o monja.

- Y cambiando un poco de tema, Jesús, que te parece si nos vamos ya de aquí. Tengo la cabeza demasiado cargada y somos los únicos que aquí quedamos y los camareros llevan un buen rato mirándonos.

- Si, son las cinco de la tarde, se nos ha pasado el tiempo volando. Vámonos fuera.

Recogimos todo y nos marchamos de aquel local, no sin antes pagar la cuenta. Y salir al exterior fue como bajarse en un pinar después de cuatrocientos kilómetros de autopista. Agradecí sobremanera el aire fresco con el suave y siempre embriagador olor a tierra mojada de lluvia. Había dejado de llover hacia bastante rato porque el Taxi estaba ya completamente seco.

- ¿Dónde quieres que te lleve?.

- Lo primero sácame de este barrio y me dejas en cualquier lugar del centro que a ti te venga bien. Ya te has molestado mucho conmigo y creo que hoy tu negocio será ruinoso. Deberías aprovechar lo que te queda del día para trabajar un poco.

- Tienes razón, monta y te acerco al centro de la Ciudad. Luego me trabajaré unas cuantas “carreritas”, pero debo confesarte que, a mi entender, hoy no he perdido el tiempo. El hablar contigo ha sido muy relajante, como si me hubiese quitado un peso de encima. Además, espero haber ganado un amigo y que nos sigamos viendo con más frecuencia.

- Eso, por supuesto, Jesús, por supuesto.

La vuelta a mis calles conocidas fue como una competición de Fórmula Uno. Este chico no tiene remedio y se notaba que el acelerador era como su especie de droga, que le servía de desahogo. Por desgracia hay demasiados como él que al volante desprecian su propia vida y por si fuese poco también la vida de los demás. La llegada fue apoteósica con un saldo de tres semáforos en rojo, cuatro frenazos muy justitos, veinte improperios peatoniles, mil exabruptos de taxista, un Municipal echando mano al talonario rosa y una abuelita inscrita en los Juegos Olímpicos en la modalidad de carrera y salto.

- ¿Siempre vas así, Jesús?.

- No siempre. La verdad, lo hago inconscientemente, mi mente está en otro sitio y mi cuerpo se convierte en un autómata.

- Pues para otra vez dime donde tiene el enchufe ese autómata.

- Lo siento, venia tratando de decidirme y creo haber tomado una buena decisión. Theo, toma mi Diario, léelo, por favor, objetivamente y mañana quedamos, nos vemos de nuevo y me das tu opinión. ¿Vale?. Y ahora déjame, tengo algo que hacer.

- Veo que para ti es muy importante. Bien, acepto esa enorme responsabilidad. Vale, Jesús, mañana a la misma hora, en la misma Iglesia de esta mañana.

- De acuerdo, allí estaré. Recuerda, léelo a tu modo, pero objetivamente, confío en ti. Solo a una persona de tu sensibilidad se la puede confiar algo semejante. Noventa y nueve de cada cien se reirán de lo que aquí llevo escrito en estos últimos meses.

Nos despedimos con una mirada que todo lo decía por si misma. En el fondo parecía un buen chico este Jesús. Le vi alejarse, a toda velocidad por supuesto. Entonces miré por primera vez lo que me había entregado. Era una bolsa de plástico plegada, de unos grandes almacenes conocidos. En su interior se podía apreciar algo parecido a un cuaderno escolar, rayado y con una espiral de alambre. Decidí no hojearlo aun y me encaminé a casa. El buzón del portal me lo habían hinchado de propaganda y cuando me disponía a tirarla, un pequeño papel se deslizó hasta el suelo. Desde mi altura, antes de agacharme a recogerlo ya sabia lo que era.

¡Cielo Santo!, es la letra de mi hija!. Maldita cabeza la mía, había quedado con ella para comer juntos en mi casa, entre clase y clase de su colegio. Recogí el papel en cuestión. La nota era bastante clara: “Papi, veo que no estas en casa, he comido en el Bar de al lado que me conoce el dueño. Pasa luego a pagarle la cuenta. Besos...”.

Pocas palabras y mucho significado, así es mi pequeña, lista y paciente. Aunque por el tono de la frase “que me conoce el dueño” adivino que estaba algo enfadada, ya me conoce bien, pero, no tengo remedio. La llamaré esta noche, la pediré disculpas y la insinuaré otra vez más que me regale la Agenda en el Día del Padre. Esta niña casi mujer, a sus doce años, demasiado tiene con lo que está pasando en su interior. Ella aún tiene reciente el día en que su madre me pidió la separación conyugal y que yo acepté, no sin antes hablarlo ambos con nuestra hija. Por entonces ella pareció entender, pero, como es muy callada, la procesión iba por dentro. Creo que aún hoy en día no entiende por qué tiene que tener a sus padres en dos casas distintas. Por supuesto ella prefiere tenernos juntos, pero eso pasó y bien que a mí me duele. No por mi exmujer, que ya lo tengo casi superado, sino por la niña, una inocente entre dos fuegos. Ahora debo ocuparme más de ella puesto que es la única persona en el mundo que quiero más que a mi vida. Antes eran ellas dos, madre e hija.

Pero, aún enamorado de mi mujer, ya he desistido de una reconciliación y entonces solo me queda mi hija. También es la única que sabe de mis penas y de mi vida, mis confidencias y mi mejor amiga. A veces me pregunto que estará pasando por su cabecita, pero siempre choco con su mentalidad reservada. Es un amor.

Casi tiro también la bolsa de plástico con el Diario de Jesús. Ello me volvió al actual y nuevo problema. Subí a mi ático en ascensor y entré en casa. Mi casa. Da gusto regresar al hogar. Como siempre digo al llegar a él: “Hogar dulce hogar, te quiero”. Nada más entrar ya se percibe el olor a tabaco por todas las habitaciones. En la mía tengo un potente ambientador de limón, pero siempre dejo el cenicero con un montón de colillas y un día tras otro, el ambientador pierde su aroma, ante el rancio olor, su batalla particular. Alguien, posiblemente alguno de mis compañeros, ha revuelto mis libros para buscarse algo de lectura.

Comer, lo que se dice comer, se come poco en esta casa, pero se devoran libros para leer. Es lo malo de estos pisos compartidos, aunque, también tienen su lado bueno. Después de que mi mujer me pidiese la separación y en mis condiciones sentimentales, yo tenia claro entonces que no me apetecía vivir solo. Y lo más sensato era alquilar un pisito céntrico, de cuatro habitaciones, entre cuatro amigos, tres chicos y una chica, unidos por el mismo problema. Y entonces encontramos este ático, bonito, luminoso, tranquilo. Este es el lado bueno de él, y lo contrario es cuando deja de ser bonito con los muebles que cada cuál aporta y que forman una mezcolanza de maderas y colores variados y con formas determinadas. Deja de ser tranquilo cuando cada cual está a su “rollo”, unos con música, otros con televisión y las largas charlas hasta altas horas de la noche. Y deja de ser luminoso cuando últimamente solo lo habitas de noche, porque te pasas el día durmiendo como consecuencia de esas largas charlas nocturnas. El resultado llega a ser un horario marcado por ojeras, cenas rápidas a base de bocadillos y un fregadero de cocina que solo conoce, de la vajilla, los vasos, todos pegajosos de las “sanas” bebidas que se liban.


En el capítulo concerniente a lo femenino es otro cantar. Aparte de la compañera que vive con nosotros, normalmente algunas nos visitan, en estos porcentajes, casi siempre: Tres de cada diez son de la familia. Otras tres son compañeras intelectuales literatas, que nos amenizan las veladas con hermosas tertulias. Otras tres son amigas de las primeras y de las segundas, digamos entre dos aguas. Y por último, una de cada diez es un “plan” ocasional, y desde mi punto de vista con algo de masoquistas, porque, no solo nos aguanta una noche o más, sino que, compadecida o avergonzada ataca, mandil y guantes, la montaña de vidrio que rezuma del fregadero. Y no es porque nuestra compañera sea descuidada, sino que ella no tiene por qué hacer lo nuestro y no lo hace.

domingo, 21 de diciembre de 2008

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo III - La Coincidencia)

Menos mal que el taxista no me oyó la opinión que se merecían esos expertos. O la oyó pero la ignoró.

- ¿Cómo dices?.

- Nada, taxista, cosas mías.

- Pues si que me has caído raro.

- Creo que ambos tenemos hoy mal día.

Como un milagro, de repente, un silencio nos retiene y durante largo rato ninguno de los dos acierta a decir palabra alguna. Uno de esos mágicos momentos, sublimes y tranquilos, relajantes para la mente y que los entendidos dicen con acertada expresión: “Está pasando un ángel”. Miro borrosamente a través del cristal de la ventanilla, salpicado con multitud de gotitas de lluvia y mi pensamiento se me va lejos, no sé donde, amodorrado con el calorcito de la calefacción y el suave ronroneo del motor.

- Si no molesto, me gustaría hablar contigo.

La sacudida es impresionante y mi cerebro vuelve, con tremendo ruido de absorción, al interior del coche, con mil veces la velocidad de la luz. Le contesto.

- La verdad es que casi lo prefiero, porque empezaba a aburrirme.

- Se trata de mi problema que antes hemos comentado.

- Perdona, pero, creo que no habíamos comentado aún nada.

- Si, de antes, cuando te comenté de mis problemas amorosos.

- Ya, tu iniciaste el tema pero no llegamos a comentarlo. No obstante, puedes hablarme cuanto quieras. Soy todo oídos.

- Verás, estoy en una etapa muy mala. Me enamoré y sigo enamorado y resulta que no sé que hacer.

- Eso tiene fácil solución si ella también lo está de ti.

- Es que no sé siquiera si ella lo sabe.

- Bueno, pues díselo.

- No puedo, no la conozco.

- Esta sí que es buena. ¿Te estás quedando conmigo?.

- No, esto va muy en serio.

- Entonces es una actriz de cine o algún amor platónico.

- No, pero no la conozco, tan solo he oído hablar de ella.

- Veamos, empieza por orden desde un principio y baja un poco la velocidad de ésta máquina que no me concentro.

- ¿Y si mejor paramos un rato?. Vamos, si a ti no te importa, dentro del coche nadie nos molestará. Además te voy a parar el taxímetro y esta carrera no te la cobro. Me has caído simpático y yo necesito, también, hablarlo con alguien tranquilamente o me volverá loco este asunto.

- De acuerdo, tenemos todo el tiempo que tú quieras por delante, por cierto, ya te he dicho que soy escritor, pero no mi nombre. Me llamo Theo.

- El mío es Jesús y soy taxista.

- Ya lo veo. Y empieza de una vez, Jesús.

- Está bien.

Con gran pericia detuvo el coche junto a la acera en una calle de esas que te parecen que nunca has estado en ella y que por supuesto no conoces. Era una calle tranquila y el momento se daba al diálogo. Jesús apagó el motor, se revolvió en su asiento para verme mejor en mi asiento posterior y empezó.

- Oyemé, Theo, ¿No eres maricón, verdad?.

- Descuida, me gustan mucho las faldas pero de la forma que a todo hombre. Es decir, envolviendo un cuerpo femenino.

- Es por que mi caso quiero que lo analices como hombre. Prefiero digamos, comentarlo con otro hombre y así saber si soy yo solo o si es normal esta situación.

- Suéltalo ya, Jesús.

- De acuerdo, de acuerdo... Yo soy, o al menos me considero, una persona feliz. Estoy soltero, salgo con chicas, me divierto con mis amigos y mi oficio me favorece para conocer a mucha gente. Hace poco tiempo y estando con unos compañeros del Taxi, de charla, hablando de todo un poco y sobre todo de clientes, me comentaron, no se muy bien quién, que se sabía de cierta señorita que usaba los servicios del Taxi con cierta regularidad y sobre ella circulaban ciertos rumores.

- ¿Qué clase de rumores?.

- Pues, ya sabes, de su persona, su físico. Dicen que es preciosa, una monada de mujer. Se rumorea que cuando monta en tu coche se te vuelve el mundo maravilloso. Que todo en ella es maravilloso, su elegancia, su belleza, su sencillez al hablar. Sus palabras son como música y sus ojos tienen esa mirada capaz de transportarte a un mundo de placer sin necesidad de contacto físico con ella.

- Parece tal que me hablaras de una Diosa.

- Algo de eso debe tener. El caso es que se habla de ella y no se para. Se ha extendido el rumor entre los compañeros y todos deseamos conocerla. Lo curioso de ello es que a todos los que pregunto lo saben, lo han oído, pero aun no encuentro a ninguno que la haya tenido de pasajera y no la conocen. Se dice, también, que siempre va sola y que usa los Taxis sin un horario fijo.

- Algún cachondo mental de tus compañeros se ha inventado esa mujer o la ha soñado, estando dormitando en alguna parada, al volante de su coche.

- Que no, Theo, que no. Sabemos a ciencia cierta que ella existe. Bueno, digamos que sé a ciencia cierta que es real, que es algo más que un rumor, aunque nadie la conozca.

- Bueno, pues que me lo expliquen. ¿Cómo se llama?.

- No sabemos tan siquiera su nombre.

- Esta si que es buena.

- Lo que yo te diga. Nadie la ha visto y todos la conocen y mientras, el rumor, cada vez es más fuerte.

- Y tú vas y te enamoras de un rumor, de una misteriosa mujer bella entre bellas y que dudosamente es real y física.

- Que no. Ya te digo que yo sé que es real. Pero por qué me parece que yo debo ser el único que la conoce. Creo que alguna vez la he llevado en mi coche.

- Acláramelo, Jesús, que ya me tienes con la “mosca” detrás de la oreja.

- Está bien. Hace un tiempo, en un día de mucho trabajo y de lluvia, como hoy. A veces llega un momento en el cual circulas mecánicamente y los clientes que van montando y pasando se te antojan personas sin rostro y hablas con unos de algo, con otros de nada. Se te adormecen los pies con los pedales y en poco tiempo te recorres los cuatro puntos cardinales de esta Ciudad varias veces. Ese día, conociendo ya los rumores, me sucedió que me quedé “ensimismado” y casi me pego la bofetada por un semáforo en rojo. Pisé a fondo el pedal del freno, con todas mis fuerzas y mis ojos volaron al retrovisor esperando que el coche de atrás frenase a tiempo, cosa que hizo, aparte del susto. Y solo entonces caí en la cuenta de que tenía a alguien en el asiento de atrás. Te juro que allí estaba ella, había una mujer y yo veía su perfil. Ella estaba mirando a través de la ventanilla lateral, hacia la calle y parecía como ausente. Cuando yo iba a preguntarla a dónde me había dicho que la llevara, me miró repentinamente, me pagó el importe de la carrera que marcaba este aparato y allí mismo, en el mismo semáforo, se bajó del coche y se perdió entre la gente.

- Y dices que era ella.

- Estoy absolutamente seguro, ahora, de que fácilmente podría ser ella. Y si no era ella, otra muy parecida a la descrita. Todo concordaba, su pelo su físico sus ojos, su mirada. Pero lo más extraño fue la enorme sensación de vacío que dejó en mi coche. Cuando pude reaccionar me pasé el resto del día circulando por las calles de esa zona, como un autómata, por ver si la podía ver otra vez. Cosa que no sucedió hasta ahora.

- Pero si dices que nadie la conoce y que tú tampoco...

- Es que se me hace raro pensarlo. Quizás no era ella, quizás si. Estoy seguro de que era ella y no otra, pero algo raro dentro de mi parece dudar a veces. Por eso quiero verla otra vez, para fijarme mejor en ella y así salir de esta duda que me corroe.

- Y te enamoraste como un loco colegial de una sombra de mujer.

- Si, y no me da vergüenza decirlo, completamente loco por ella, por esa sombra, sea quien sea esa mujer. Lo peor ha sido después, que he tenido sueños o visiones, casi reales, en las cuales yo estaba en sus brazos y ella me hablaba con voz armoniosa y me decía que me quería llevar con ella, para ella.

- Esto es nuevo. ¿A dónde te quiere llevar?.

- No lo sé, pero soy capaz de seguir a esa mujer hasta la muerte.

- Pues sí que te ha dado fuerte este asunto.

- Y tanto, hasta escribo algo en unos papeles, es un Diario personal, donde pongo todo lo que siento.

- ¿Un confidente neutro?.

- Si, hasta hoy no había confiado a nadie mi secreto y temo hablarlo con mis compañeros por temor a que se rían de mí o peor aún, a que me quiten a esa mujer.

- Pues te confieso que a mi ya me están dando ganas de conocerla.

- Hablo en serio, Theo. No todos pueden tener esa sensibilidad que teneis los escritores para estas cosas. Mira, ya es Mediodía, te propongo que entremos a comer por ahí, en algún lugar aquí cerca. Y si prometes no reírte, ni sacar conclusiones tontas, puede que te deje leer mi Diario.

- Hecho, la verdad es que tengo hambre y tu propuesta me fascina. Puede que tu historia me sirva como base de argumento para escribir algún libro.


Salir del viciado aire del interior del Taxi fue, por un segundo, un soplo de aire fresco, sensato. En un momento Jesús cerró puertas y ambos, en silencio, caminamos hasta un local sugerente y que ya empezaba a atraernos con sus vapores de olor a comida, que comenzaban a trabajarnos las glándulas salivares. Entrar y sentarnos no fue dificultad alguna. El local estaba casi vacío por lo pronto de la hora y aún andaban camareros colocando mesas y sillas para el comienzo del ritual diario que mantiene el ser humano desde el principio de sus tiempos. Un televisor a todo color escupía, como siempre a la misma hora, noticias cruentas, sangrientas, como preludio de una buena digestión, como queriendo caer dentro de los pucheros, para ser cocinados, como si de carne cruda se tratase, las cruentas imágenes de desastres y cadáveres. Pero es que, hoy en día, solo la sangre es noticia y comemos y cenamos con ella todos los días.

martes, 16 de diciembre de 2008

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo II - Se Conocen)

Alguien dijo alguna vez, o dejó escrito, que los Taxis están hechos de azúcar y que cuando llueve se disuelven y desaparecen. Yo no encuentro ninguno y los pocos que aciertan a pasar van ocupados. Decido entrar de nuevo al edificio de la Editorial y pedir un teléfono.

- ¡Por favor!, ¿Un teléfono?.

- Aquí tenemos por norma no dejar llamar a los de fuera. Pero dos portales calle abajp tiene usted un Bar con teléfono.

- Muchas gracias.

Sé que son unos egoístas y que no les cuesta nada dejarme llamar o llamarme ellos a un Taxi. Espero que esos dos portales no estén lejos, no me pase lo que en la España rural, donde te dicen que lo que buscas está a un “tiro de piedra” y luego resulta que poseemos, sin saberlo, el secreto tan buscado por las grandes potencias militares del misil tierra-tierra y propulsado sin consumo alguno de carburante. Pero los espías que todo lo ven y oyen, pronto nos lo copiarán porque no hemos sido cautos y ya hemos derribado un helicóptero militar con una piedra y a plena luz del día. Y a plena luz del día continuo mojándome cuando, por fin, entro en el Bar y acto seguido me abalanzo sobre el pobre aparato telefónico. Tan solo marco de memoria las cifras.

- Taxis-Servicio, Buenos días.

- Si, por favor, mándeme un coche a...

- Me temo que va a ser imposible señor, tengo la totalidad de los vehículos ocupados por culpa de la lluvia. Y no parece que deje pronto de llover.

- Pero, es que, yo lo necesito ahora que llueve y además ni me ha dejado decir la calle.

- Le digo que imposible, señor, estamos saturados, haga el favor de colgar y dejarme la línea libre.

- ¿Es que se han disuelto todos?.

- ¿Cómo dice?.

- Nada, hija, pensaba en el azúcar.

Tendré que salir y mojarme. Pero antes me tomaré un café y en el sitio más indicado para ello... en este Bar. Pido uno, que me sirve un camarero con cara de sustos, me lo tomo rápido y después de pagar salgo al exterior. Resignación, seguiré caminando bajo el agua, total, ya estoy empapado completamente. Hay mañanas en que es mejor el quedarse en casita.

De repente, noto que alguien o algo me está mirando y como una orden que frenase mis pasos, vuelvo la cabeza a mirar y me encuentro con el portón de entrada de una Iglesia. Es raro, no recuerdo el haber visto nunca una Iglesia en esta calle. No tengo ganas de mojarme más y decidido penetro en su interior.

Pues, por el aspecto que tiene esta Iglesia lleva aquí desde antes de la existencia de este barrio. Dentro huele a viejo, a cera y a madera carcomida, húmeda, a viejo, si. No veo ninguna persona salvo un anciano cura que se acerca a mí y me sonríe.

- Perdone joven, el culto es por las tardes, pero si lo que quiere es hablar un ratito con el Señor pase y siéntese.

Por toda contestación mía, el buen hombre, recibe un ligero asentimiento de cabeza, que él comprende perfectamente y discretamente se retira. La verdad es que me encuentro mucho mejor desde que he entrado en ésta nueva, para mí, dimensión urbana, en esta colosal nave de silencio, aire rancio y frío sepulcral. Contemplo como el viejo cura llega a su sacristía, se oye un quejido de bisagras y un cerrar de puertas que el eco, aquí dentro, se encarga de transformar amplificándolo. En el centro del altar, una fría y hermosa imagen, que, parece, se sonríe. La miro fijamente y nuestras miradas se cruzan por un instante. Noto como si alguien estuviera paseándose y rebuscando en el interior de mi cerebro, en lo profundo de mi conciencia, buscando mis pensamientos y solo acierto a dejarle hacer. Finalmente, uno de mis pensamientos más secretos, una súplica, aflora a la superficie y acto seguido alguien o algo la hace suya y me la lee. La mirada de la imagen parece ahora más triste y solo procedo, muy confuso, a darme media vuelta y abandonar ese templo a la carrera.

Una vez en la calle, bendigo la lluvia que moja mi rostro y me saca de mi abstracción. Frente a mí un Taxi vacío, al borde de la acera y su conductor que me mira estupefacto.

- ¿Le pasa algo, Señor?.

- Nada, nada, estoy algo aturdido solamente, debe ser el olor de la cera de ahí adentro.

- ¿Quiere que le lleva a algún sitio?.

- Vaya, pues si, hombre, llevo toda la mañana buscando un Taxi, vamos, vámonos, sáqueme usted inmediatamente de ésta zona.

- ¿A dónde vamos?.

- Me es igual, usted tire adelante, daremos un pequeño paseo. Hace tan solo un rato he creído volverme loco.

- Estos tiempos son difíciles. Las prisas, los nervios, la contaminación. Yo tengo días en los que parece como si el tráfico me absorviese y cuando vuelvo a la realidad ni recuerdo nada de por donde he circulado. Ya sabe, la costumbre, el conocerse muy bien la Ciudad. Yo creo que si dejo el coche solo ya sabe circular sin conductor.

- En eso influye el poco tiempo que dedicamos al descanso corporal y mental. El cerebro humano, sobre todo, se fatiga antes si le forzamos mucho durante el día. Fíjese que de la mañana a la noche le hacemos almacenar datos, dar órdenes a nuestro organismo, calcular números, palabras, le obligamos a estar atento y en guardia en el caos urbano y mientras, le estamos pidiendo ideas, pensamientos, recuerdos. Posiblemente habrá ratos del día en que, el cerebro, esté manejando hasta un millón de datos al mismo tiempo, temperatura corporal, nivel de glóbulos rojos, blancos, estómago, aire que penetra, bacterias, un músculo para parpadear, etc.

- Que bien habla. ¿Es usted Médico?.

- No, yo soy solo un escritor.

- ¡Ah!.

- ¡Ah!, ¿Qué?.

- No, curiosidad tan solo. Pero también me alegra saberlo.

- ¿Puedo saber por qué?.

- Pues, si, claro que si. Es que últimamente he pasado por una etapa muy mala, mire usted, sucedió que me enamoré como un colegial y podrá suponer que es una tontería, a mis treinta años.

- El amor no es ninguna tontería, ni la edad tampoco. Cuando Cupido golpea no respeta a nada ni nadie. ¿Y que tiene que ver esto con nosotros os escritores?.

- Pues, verá usted, yo veo muchas películas y leo muy pocos libros. En mi casa, como en otras muchas, he cambiado las estanterías para almacenar películas de vídeo. Siempre he creído que para vivir me bastaba leer y conocer el Código de Circulación y demás Reglamentos de ésta profesión. Pero hace algún tiempo, desde que eso me sucedió, no dejo de comprar y leer libros de amor y de buscarle una solución a mi problema.

- Pues no vea usted, según mi editor, lo poco que se lee de ese tema. Por cierto, que mi edad es la tuya aproximadamente y te digo, sinceramente, que me revienta no tutear a los de mi edad. Y no es por faltar al respeto ni mucho menos.

- Me pasa lo mismo, pero en esta profesión mía tengo que acostumbrarme.

- Bueno, ya que nos tenemos algo de confianza, permite que te diga, que no vamos a ninguna parte en especial y que no hace falta que corras tanto. Llevo un buen rato que me tienes con el alma en vilo, muchacho.

- Es el tráfico, te encarrilan y obligan a ir con ellos a la par. Si te retienes protestan y si aceleras dicen que vas como loco.

- Entonces tú procura salirte por calles menos concurridas. Yo lo que necesito ahora es tranquilidad.

- De acuerdo, además tú pagas.

- Por cierto, ¿Eres de Taxi-Servicios?.

- Exacto, mira, en el cristal de atrás llevo la pegatina.

- Ya lo he visto, pero no te oigo la emisora.

- Es que la he desconectado. Oye, ¿No serás tú un ladrón?.

- No, tranquilízate. Es porque me choca el que llevo, antes, un buen rato buscando Taxi, incluso he llamado a vuestra Central y me dicen que no había coches.

- Depende. En las horas de lluvia hay mucho trabajo por la calle, entonces yo desconecto la emisora que solo me sirve para marearte con su voz impersonal y monótona y con el barullo que se prepara.

- Pero, si todos los Taxis hacen lo mismo, no me extraña que la Central no tenga uno libre que enviarme.

- Bueno, no todos lo hacemos, no es obligatorio tener la emisora encendida y atender las llamadas. Sencillamente, yo pienso, como la mayoría, que la emisora solo nos viene útil en el rato que no hay casi trabajo por la calle, cuando solo te queda el dar vueltas y más vueltas en vacío. En esos ratos conectas la emisora y alguna llamada te sale por la zona que circulas.

- No se si me entrometo pero creo que así perdereis clientes.

- Puede, pero si los mas expertos del sector lo hacen, por algo será, digo yo.


- Ya, y si esos expertos que tu dices resultan unos ignorantes y se tiran al río, los demás vais, como tontos, detrás también.

domingo, 14 de diciembre de 2008

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo I - La Presentación)

Dos horas. Dos horas esperando en la antesala del despacho del editor. Hundido en mis recuerdos. La calefacción demasiado alta para mi gusto, pero agradable, reconfortante. Todo el edificio es agradable, muy moderno, buen estilo. Le deben ir bien los negocios a esta Editorial. ¿Quién dijo que se leen pocos libros en este País?. Me acerco ala ventana. ¡Impresionante!, que vistas tan maravillosas desde aquí arriba. Toda la ciudad a mis pies. Pero encuentro un poco lento éste ascensor, ó, ¿Debería llamarlo descensor?.

¡Pero que hijo de su madre!. Dos horas preciosas vacías, esperando, recordando. Cuanta prisa en acabar mi libro, solo porque él me lo pidió y luego... un fracaso. Si, eso me acaba de decir, un rotundo fracaso. Algo me ocurre y él lo sabe, no soy el mismo desde la primera vez. Aquel libro primero, ¡Que maravilla!, ¿Pero, cómo pude escribirlo yo mismo?. Tampoco se lo explica mi propio editor. Mis amigos, mi familia, todo el mundo conocido diciéndome que ese era un libro muy bueno y que debería dedicarme al oficio de escritor. Me animé y se lo llevé a una Editorial y resultó todo un éxito, premiado, agotado en librerías y vuelto a editar una y varias veces.

Luego me han pedido que escriba otro libro, deprisa, porque el público quiere más obras del escritor. Mi segundo libro, el libro de las prisas, de los argumentos rebuscados, sin musas, vacío. Y tan vacío que, luego de leérselo y de hacerme esperar en su maldita antesala dos horas, su rostro apareció en la puerta muy encendido, demasiado. No quiere un libro de amor. Dice que en pleno siglo XX a nadie le interesan ya las historias de amor, ni de romances tiernos, ni nada por el estilo, que las historias color-de-rosa solo son ya resultonas en las quinceañeras y que, hoy en día, en alguna quinceañeras.

Pero, ¿Se puede leer un libro en tan solo dos horas?, que record tan estúpido. Para mí que solo lo ha leído muy por encima. ¡Toma claro!, porque un editor siempre está muy ocupado y algunos son tan avispados que te huelen un buen libro con solo leerse el principio y parte del resto, ó, a veces, solo con el título. Y que le voy ha hacer si a mí solo me gustan las historias de amor. Pero prometo no volver a escribir ninguna más, ya está, a partir de ahora buscaré buenos argumentos y me pensaré muy despacito mi próximo libro. Aunque tarde mil años en escribirlo. Me tienen que reconocer como lo que soy, un escritor. Ahora solo necesito tiempo, irme a un lugar tranquilo en el campo, un buen argumento y..., vamos, que no soy tan tonto de engañarme a mí mismo, seguro que lo del primer libro fue como la flauta esa que sonó de “casualidad”.

¿Y cómo es que este ascensor-descensor va tan despacio?, lo que me faltaba para añadir a mis crecientes depresiones. Porque yo me deprimo fácilmente. Creo que ya soy sueldo fijo para los médicos. Me hacen ya poco caso y me dicen que soy un tipo de esos que se derrumban fácilmente. Y...

¡Cielo Santo!, esto se mueve, se ha puesto en marcha él solito, entonces qué... Tranquilizate Theo, acabarás volviéndote loco de un momento a otro. Piensa un poco chico. Esto solo quiere decir que yo no he tocado ni un solo botón de éste ascensor desde que entré en él y ahora, seguramente alguien, lo ha llamado desde otra planta. Estos “lapsus” de mi memoria al comienzo de mis depresiones me van a causar un serio disgusto algún día. Lo que ahora tengo que hacer es controlarme, relajarme y... Bien, buena suerte, mira tú por donde acabo de llegar a la planta de la calle...

- ¡Buenos días!, señora, disculpe...

- No deberían dejar fumar en los ascensores. ¡Vaya peste!.

Sí, un asco. Mi peste es fumar como un carretero, mi único vicio además de los cafés. Y eso me sugiere que me apetece tomarme un cafecito ahora mismo. Me largo al primer Bar que encuentre y puede que lo mismo pida alcohol y me emborrache. Otra bobada más. Se muy bien que no bebo absolutamente nada de alcohol, que más de una vez he intentado emborracharme, pero no puedo, es superior a mis fuerzas y mi estómago. Es que en cuanto lo huelo me suben las náuseas a la lengua. Y así me voy destrozando despacito, con mis nervios mal contenidos, el cuerpo saturado de cafeína and nicotina. El día menos pensado mis cables nerviosos me pueden jugar una mala pasada.

¡Lo que me faltaba!, el colmo de hoy, está lloviendo afuera y no he traído paraguas. Tendré que tomar un taxi.

Que gran invento, el paraguas, siempre me he preguntado si su inventor lo patentó para cobrar derechos, porque, si es así deben ser millonarios sus herederos. Porque, que yo sepa, nadie ha inventado otra cosa mejor para circular bajo la lluvia y que al mismo tiempo no tenga ruedas. Si señor, un buen invento, el paraguas, usado mundialmente por millones de personas, tan popular. Pero no existen los Paraguas-Taxi, con un señor, o señora, incluido. Muy divertido ver pasar uno de esos de vacío, llamarlo, arrimarte a él o ella y “Lléveme a la calle...” . La lógica me pide a gritos que deje de desvariar y busque un Taxi de ruedas. Y eso hago.

domingo, 7 de diciembre de 2008

SALUDOS


He creado este Blog para publicar en él y en la web toda una recopilación de unos Relatos, Cuentos, Novelas, etc. que escribí entre los años 1965 - 1990 y bajo el pseudónimo de Sito Bern.

Estos escritos jamás se publicaron en Editorial alguna, los manuscritos simplemente fueron tecleados en mi primer Ordenador Personal, utilizando un editor de textos primario y luego impresos, fotocopiados, encuadernados y distribuidos entre mi familia y mis mejores amigos.

Algunos de estos escritos fueron adaptados para guiones en películas de Cine Amateur y presentados a Concursos , quedando en algunos casos finalistas.

Espero que tambien gusten aquí y disfruteis de su lectura.

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