martes, 6 de enero de 2009

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo VI - La Pesadilla)

Volver a mi cuarto y cerrar la puerta se me antojó otra dimensión. Ese maldito Diario me atraía con fuerza. Una vez acostado en mi cama volví a sucumbir a su magnetismo al abrir sus hojas, como drogado, robándome mi voluntad. Ya no se trataba de curiosidad, ni de una simple lectura. Prácticamente me estaba devorando de página en página, y algo, posiblemente alguien, empezaba a tomar una especie de determinada forma en mi cabeza, adaptándose como un gorro interior. Había algo mas, algo muy superior, presente en cada palabra escrita, escondido tras los sucesivos puntos y comas de cada frase.

Llegado un momento de la lectura me descubrí a mi mismo casi dormido y como si alguien me fuese recitando cada palabra. Y parecía voz de mujer. Con un respingo me reincorporé en mi cama, encendí el resto de las luces y me llevé las manos a la cara. Me estaba dejando llevar por un miedo infantil con la luz apagada. Tranquilízate, Theo, aquí no hay nadie más, solamente estás tú y estás cansado y con sueño, nada más. Mis amigos tienen razón, últimamente te cuidas poco y la debilidad suele traer mareos y alucinaciones. Pero acabé dejando encendidas todas las luces.

Comencé a meditar sobre todo esto y sobre nada. Contemplé el reloj, demasiado tarde, casi es la hora en la cual hasta Drácula se va a dormir. El Diario estaba casi ya agotado y tan solo quedaban algunas páginas más que presentían el final. Había alguien más pero ahora ya debía estar dentro de mi. En el siguiente momento no supe lo que era y atraído, una vez más, por el cuaderno, me propuse acabar de leerlo de una vez. Como dice esa canción de un grupo conocido: “El amante de fuego; siento alguien dentro que me quema y me da miedo, que me habla y me dice que viva, que le tengo que ser fiel, que mi amor es de él”.

Total, unas hojas más, además ardía en deseos por saber el final de tanta maravilla que me estaba dejando un cierto regusto como el de los vinos malos, falsificados con etiquetas de vinos de calidad; Te llenan los ojos, te llenan la boca, pero el sabor que te dejan al final, delatan su triste origen.

Entonces, digo, reanudé la lectura y al pasar la siguiente hoja encontré el resto de ellas en blanco. No había final. Me sentía algo así como estafado. De pronto recordé que esto era un Diario, no un libro, por eso es lógico que esté inacabado. Pero, ¿Cuál sería el final?. Divagando en ello y clasificando mentalmente varios posibles finales, me quedé en los mismísimos brazos de Morfeo. Y soñé, vaya que si soñé. Nada más y nada menos que soñar intensamente, con escenarios reales, o casi reales y también... allí estaba Jesús y había alguien más con él. Cuando el taxista, en mi sueño, me vio puso cara de espanto y abriendo mucho su boca me hacia gestos, no, hablaba, pero yo no le oía, solo veía sus gestos de que me marchara, estaba él visiblemente muy preocupado. Y yo no le oía, no le oía. No es que yo no quisiera oírle aunque me esforzaba. Es que no existía ruido alguno. Yo solo veía un mogollón de muecas y ningún sonido. Para desesperación de él empecé a avanzar hacia la otra persona, que se encontraba situada de tal modo que me daba la espalda, aunque, por su porte y figura, se adivinaba en la corta distancia de que se trataba de una mujer. Lentamente ésta comenzó a dar la vuelta sobre sí misma, hasta quedarse cara a cara conmigo. Era ella, ella, la chica que el taxista me describió, si, la destinataria de las más hermosas frases que él vertió en su íntimo Diario, ella, en síntesis, una mujer, por qué no decirlo, excepcional, haciendo posible eso de que una imagen tenga más valor que mil palabras.

Cuando los ojos de ella chocaron con los míos hubo tal fulgor que boté sobre mi cama, derribé la mesita de noche con el despertador y demás objetos, casi me abrí la cabeza y con todo ese jaleo me desperté, bañado en sudor, bañado en agua del vasito, con mis narices pegadas a una de mis zapatillas y con un despiste tal cual un camello en un garaje. Una sola cosa llenaba mi mente y comprendí todo lo que sentía mientras había leído el Diario... Me había enamorado, yo mismo lentamente, de la misma dama en discordia. Había caído, como tantos otros quizás, en el deseo y amor de una mujer fabricada con letra y rumores.

Creerlo es imposible. Lentamente, ese maldito Diario había sido el vehículo, el tornillo que taladró mi dura corteza. Estaba en un compromiso. Debía decírselo a Jesús que me había ocurrido a mi también. Pero Jesús podía ser celoso, yo lo soy algo. Era una situación embarazosa. Comprobé alarmado que estaba a punto de amanecer y yo aún estaba agotado, con mucho sueño. Pero sentía mi corazón como a los veinte años. Tal vez pudiese conseguir dormir otro ratito. Entonces el miedo se apoderó de mi. Deseaba entender, querer saber, ¿Qué quería decirme, advertirme Jesús en mi sueño?. Recordaba su cara de espanto, no parecía la cara de un hombre celoso que ve acercarse a un posible competidor. Había algo más. Últimamente, mi sexto sentido estaba demasiado alerta y queriéndome decir algo. Pero... la cara, los ojos femeninos de ella aún me llenaban de nuevo y, mi amor, el corazón entero, se me volvía de una asquerosa ternura y... ¿Miedo?, si mucho miedo. Siempre era también ese maldito miedo.

Luego pude conciliar el sueño. Peri si soñé de nuevo no me acuerdo. Unas horas después, que se me pasaron solo segundos, el fuerte timbreteo del teléfono me despertó. Sobresaltado, (¿Por qué ando yo de sobresalto en sobresalto?), y con el corazón ya en plan locomotora exprés miré el reloj. Entraba demasiada luz solar en mi habitación. Rápidamente me incorporé, con un quejido ahogado en mi garganta. Era ya tarde, muy tarde, quizás Mediodía y seguro que el del teléfono era el taxista protestando por mi “plantón” en la Iglesia donde habíamos quedado. Pero él no tiene mi número de teléfono y en las guías yo no figuro con el nombre que él conoce. Aturdido, más aún, levanté el auricular...

- Sí, dígame.

- ¿Eres tú, Theo?.

Estupendo, era voz de mujer.

- El mismo, ¿Qué ocurre?, ¿Quién eres?.

- Eso no importa mucho, escucha, tu amigo, el taxista, te espera hace rato. Habla con él y abandonad inmediatamente esta locura.

- ¿Qué me dices?. ¿Pero quién eres?. ¿De qué locura me hablas?.

- No va a beneficiaros en nada. Es muy peligroso. La vida es corta, muy corta, aprovechadla.

- ¡Por Dios!, chica, ¿Quién eres?.

- No preguntes lo que tu ya sabes.

Clic.

- Espera, ¿Oye?...

Por el auricular ya solo se escuchaba el sonido de la estática. Era claro que mi interlocutora ya no estaba al otro lado del hilo. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¡Era ella!. ¿Pero, cómo?... ¿Cómo demonios sabía lo de nosotros y ella?. Me sentí más confuso aún y mi cabeza despejada ya al máximo, sin sueño. Pensé en darme una buena ducha y reflexionaría esta locura. Ni siquiera me dijo su nombre. ¿Por qué dijo eso de que debíamos aprovechar la corta vida?. Era una diosa, una bruja, una adivina. Tonterías, mi imaginación siempre sale a volar antes de tiempo. Esto debe ser una broma. Si, eso es, una broma. Porque, vamos por partes y en orden: Un taxista, al que no conozco de nada, me abre su corazón para ganar mi amistad. Me habla de una mujer, de tal forma que prenda en mí, con toda seguridad, un interés por ella. El y ella ya se conocen, son amigos, novios o vete tú a saber. Luego ella me llama y me siembra incertidumbre. Posteriormente, si no me equivoco, ella se dejará ver por mí y... ¿Y qué. No le veo sentido alguno. ¿Una estafa?, yo no soy rico. ¿Un secuestro?, y quién me iba a echar de menos a mí. Pudiera ser que quisiesen publicar su Diario gracias a mi conexión. Entonces, ¿Qué otra cosa pretenderán de mí, o, a través de mí?. Me molesta ser utilizado por alguien sin saber yo el motivo. Me pondré en estado de alerta, voy a seguirles la corriente. Por algún resquicio tienen que resbalarse y descubriré todo ese pastel. Ya se sabe que la imaginación es, a la vez, la mejor amiga y la peor enemiga del hombre.

Siempre tengo que tener cuidado con esta ducha y me he vuelto a abrasar con el grifo de agua caliente. No puede ser, me integro tanto en un tema que luego se me escapan los mínimos detalles cotidianos. Pronto, el teléfono volvió a sonar insistentemente y dudé entre salir desnudo de la ducha o dejarlo sonar. A estas horas del Mediodía no hay nadie en esta casa, solo yo, luego, esa llamada debe ser para mí. Pero si lo dejo sonar a lo mejor luego llama otra vez quien sea. De todas formas me temo que, un día de estos, tenemos que poner un aparatito de esos con contestador automático. Los odio, pero no tenemos otra solución, se nos está haciendo más imprescindible día a día. Y este teléfono que sigue sonando. Y yo que sigo en la ducha. Decidido, el que sea que vuelva a llamar más tarde.

Y el “puñetero” teléfono volvió a sonar. Y yo volví a sobresaltarme. Menos mal que esta vez me pilló en la cocina.

- ¿Sí?, dígame.

- ¿Theo?, soy Jesús.

- ¿Y como demonios tienes tú mi teléfono?.

- Ella me lo ha dado.

- ¿Ella?, ¿Quién ella?.

- La misma que ambos estamos pensando. Escucha, tengo que verte urgentemente, ahora mismo, Theo.

- Pues mira tú que prisas. Primero tengo que vestirme, arreglarme y si estás lejos de aquí lo que tarde yo en ir a tu encuentro.

- Pues ven desnudo o volando o como quieras, pero ven rápido. Estoy con ella en un Bar y no quiero que se me escape. ¡Por favor, amigo, ayúdame!.

¡Tate!, el pastel empieza a tomar forma. Antes me ha llamado ella y seguro que ya se encontraba junto a él, esperándome juntos. Y ahora me llama él, con la excusa de la prisa. Tendré que ir con pies de plomo.

- ¿Jesús?, y digo yo que te acerques tú por mi casa y de paso te la traes a ella contigo. Vamos, si el traerla aquí no te supone el que tengas que secuestrarla.

- Un momento...

Oigo, mejor dicho, no oigo nada. Jesús ha debido tapar el aparato con la mano y estarán decidiendo juntos lo que van a hacer. Sigo con pies de plomo. Aunque se que me estoy arriesgando mucho, porque, no me acerco al cebo que me han puesto y sin embargo traigo al cazador a mi propia guarida.

- ¿Theo?.

- Dime.

- Me ha costado convencerla, pero vamos los dos para allá, a tu casa.

- ¿Ya sabes donde vivo?.

- Si, me lo ha dicho ella.

¡Zás!, lo dicho, ella está implicada y me ha seguido a mi casa. Bueno, dentro de lo malo posible, por lo menos la voy a conocer. Porque, tengo que reconocer, que me ha sabido llegar al corazón sin tan siquiera conocerla. Y ahora, en estos momentos, creo que siento algo más por ella.

- Está bien, aquí os espero y mientras me iré arreglando.

- De acuerdo, allá vamos.

Deben creer que tengo cara de tonto y que me estoy tragando todo eso. Si al menos salgo ileso de ésta podré escribir toda la historia al completo. Lo que no tengo claro es si va a ser una comedia o un drama. Y..., otra vez el teléfono. ¿Dónde he visto que venden esos contestadores?.

- ¡Dígame!.

Ya con un tono duro, algo enfadado. Hay que ponerse en mi lugar. Y como siempre... he vuelto a meter la pataza.

- ¡Hola, Papi!.

- ¡Hija mía!, perdona, no iba contigo el enfado, creí que era otra persona. Tienes un padre que es un bocazas.

- Mira rico, no me gusta que te insultes, además, yo me alegro de oír tu voz. Te llamo porque estaba sobresaltada con un sueño que he tenido y parecía tan real que tenía mis dudas. Después de mucho pensarlo he decidido llamarte. Ahora estoy mas calmada después de oírte y sé que todo era un mal sueño.

- Espera no me lo digas, yo te lo adivino. Seguro que soñabas que tu padre estaba con una chica extraña.

No sé como me salió así, pero así lo tiré.

- Exacto nene. Pero fallas en una cosa. Sí que era una mujer, pero no una chica. Era una mujer muy vieja.

- Y yo, ¿Qué hacía en tu sueño?.

- Corrías hacia otro amigo, no se quién de ellos, no lo vi claro o no lo reconocí. El caso es que ese amigo te hacía señas para que tu no te acercaras a él.

- ¿Y la mujer vieja?.

No sé si ella me lo notaba en la voz, pero yo estaba temblando de pies a cabeza.

- Ella estaba frente a tu amigo, de espaldas a ti, y, cuando te acercabas a ella, se volvió sonriendo. Te lo juro, era tan fea como una bruja de esas de los cuentos infantiles. Y te miró fijamente. Y tu... tu caíste fulminado ante ella.


Su voz me llegaba entrecortada. Una pesadilla así, en una niña aún, tratándose de su propio padre es catastrófica. Lo que ella no sabía, en estos momentos, es que yo hacía rato que me había dejado los temblores, luego, el sudor posterior y ahora me estaba quedando frío completamente.

0 comentarios:

PATROCINADORES

Gif Imagen 468x60

CopyRight ©