martes, 16 de diciembre de 2008

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo II - Se Conocen)

Alguien dijo alguna vez, o dejó escrito, que los Taxis están hechos de azúcar y que cuando llueve se disuelven y desaparecen. Yo no encuentro ninguno y los pocos que aciertan a pasar van ocupados. Decido entrar de nuevo al edificio de la Editorial y pedir un teléfono.

- ¡Por favor!, ¿Un teléfono?.

- Aquí tenemos por norma no dejar llamar a los de fuera. Pero dos portales calle abajp tiene usted un Bar con teléfono.

- Muchas gracias.

Sé que son unos egoístas y que no les cuesta nada dejarme llamar o llamarme ellos a un Taxi. Espero que esos dos portales no estén lejos, no me pase lo que en la España rural, donde te dicen que lo que buscas está a un “tiro de piedra” y luego resulta que poseemos, sin saberlo, el secreto tan buscado por las grandes potencias militares del misil tierra-tierra y propulsado sin consumo alguno de carburante. Pero los espías que todo lo ven y oyen, pronto nos lo copiarán porque no hemos sido cautos y ya hemos derribado un helicóptero militar con una piedra y a plena luz del día. Y a plena luz del día continuo mojándome cuando, por fin, entro en el Bar y acto seguido me abalanzo sobre el pobre aparato telefónico. Tan solo marco de memoria las cifras.

- Taxis-Servicio, Buenos días.

- Si, por favor, mándeme un coche a...

- Me temo que va a ser imposible señor, tengo la totalidad de los vehículos ocupados por culpa de la lluvia. Y no parece que deje pronto de llover.

- Pero, es que, yo lo necesito ahora que llueve y además ni me ha dejado decir la calle.

- Le digo que imposible, señor, estamos saturados, haga el favor de colgar y dejarme la línea libre.

- ¿Es que se han disuelto todos?.

- ¿Cómo dice?.

- Nada, hija, pensaba en el azúcar.

Tendré que salir y mojarme. Pero antes me tomaré un café y en el sitio más indicado para ello... en este Bar. Pido uno, que me sirve un camarero con cara de sustos, me lo tomo rápido y después de pagar salgo al exterior. Resignación, seguiré caminando bajo el agua, total, ya estoy empapado completamente. Hay mañanas en que es mejor el quedarse en casita.

De repente, noto que alguien o algo me está mirando y como una orden que frenase mis pasos, vuelvo la cabeza a mirar y me encuentro con el portón de entrada de una Iglesia. Es raro, no recuerdo el haber visto nunca una Iglesia en esta calle. No tengo ganas de mojarme más y decidido penetro en su interior.

Pues, por el aspecto que tiene esta Iglesia lleva aquí desde antes de la existencia de este barrio. Dentro huele a viejo, a cera y a madera carcomida, húmeda, a viejo, si. No veo ninguna persona salvo un anciano cura que se acerca a mí y me sonríe.

- Perdone joven, el culto es por las tardes, pero si lo que quiere es hablar un ratito con el Señor pase y siéntese.

Por toda contestación mía, el buen hombre, recibe un ligero asentimiento de cabeza, que él comprende perfectamente y discretamente se retira. La verdad es que me encuentro mucho mejor desde que he entrado en ésta nueva, para mí, dimensión urbana, en esta colosal nave de silencio, aire rancio y frío sepulcral. Contemplo como el viejo cura llega a su sacristía, se oye un quejido de bisagras y un cerrar de puertas que el eco, aquí dentro, se encarga de transformar amplificándolo. En el centro del altar, una fría y hermosa imagen, que, parece, se sonríe. La miro fijamente y nuestras miradas se cruzan por un instante. Noto como si alguien estuviera paseándose y rebuscando en el interior de mi cerebro, en lo profundo de mi conciencia, buscando mis pensamientos y solo acierto a dejarle hacer. Finalmente, uno de mis pensamientos más secretos, una súplica, aflora a la superficie y acto seguido alguien o algo la hace suya y me la lee. La mirada de la imagen parece ahora más triste y solo procedo, muy confuso, a darme media vuelta y abandonar ese templo a la carrera.

Una vez en la calle, bendigo la lluvia que moja mi rostro y me saca de mi abstracción. Frente a mí un Taxi vacío, al borde de la acera y su conductor que me mira estupefacto.

- ¿Le pasa algo, Señor?.

- Nada, nada, estoy algo aturdido solamente, debe ser el olor de la cera de ahí adentro.

- ¿Quiere que le lleva a algún sitio?.

- Vaya, pues si, hombre, llevo toda la mañana buscando un Taxi, vamos, vámonos, sáqueme usted inmediatamente de ésta zona.

- ¿A dónde vamos?.

- Me es igual, usted tire adelante, daremos un pequeño paseo. Hace tan solo un rato he creído volverme loco.

- Estos tiempos son difíciles. Las prisas, los nervios, la contaminación. Yo tengo días en los que parece como si el tráfico me absorviese y cuando vuelvo a la realidad ni recuerdo nada de por donde he circulado. Ya sabe, la costumbre, el conocerse muy bien la Ciudad. Yo creo que si dejo el coche solo ya sabe circular sin conductor.

- En eso influye el poco tiempo que dedicamos al descanso corporal y mental. El cerebro humano, sobre todo, se fatiga antes si le forzamos mucho durante el día. Fíjese que de la mañana a la noche le hacemos almacenar datos, dar órdenes a nuestro organismo, calcular números, palabras, le obligamos a estar atento y en guardia en el caos urbano y mientras, le estamos pidiendo ideas, pensamientos, recuerdos. Posiblemente habrá ratos del día en que, el cerebro, esté manejando hasta un millón de datos al mismo tiempo, temperatura corporal, nivel de glóbulos rojos, blancos, estómago, aire que penetra, bacterias, un músculo para parpadear, etc.

- Que bien habla. ¿Es usted Médico?.

- No, yo soy solo un escritor.

- ¡Ah!.

- ¡Ah!, ¿Qué?.

- No, curiosidad tan solo. Pero también me alegra saberlo.

- ¿Puedo saber por qué?.

- Pues, si, claro que si. Es que últimamente he pasado por una etapa muy mala, mire usted, sucedió que me enamoré como un colegial y podrá suponer que es una tontería, a mis treinta años.

- El amor no es ninguna tontería, ni la edad tampoco. Cuando Cupido golpea no respeta a nada ni nadie. ¿Y que tiene que ver esto con nosotros os escritores?.

- Pues, verá usted, yo veo muchas películas y leo muy pocos libros. En mi casa, como en otras muchas, he cambiado las estanterías para almacenar películas de vídeo. Siempre he creído que para vivir me bastaba leer y conocer el Código de Circulación y demás Reglamentos de ésta profesión. Pero hace algún tiempo, desde que eso me sucedió, no dejo de comprar y leer libros de amor y de buscarle una solución a mi problema.

- Pues no vea usted, según mi editor, lo poco que se lee de ese tema. Por cierto, que mi edad es la tuya aproximadamente y te digo, sinceramente, que me revienta no tutear a los de mi edad. Y no es por faltar al respeto ni mucho menos.

- Me pasa lo mismo, pero en esta profesión mía tengo que acostumbrarme.

- Bueno, ya que nos tenemos algo de confianza, permite que te diga, que no vamos a ninguna parte en especial y que no hace falta que corras tanto. Llevo un buen rato que me tienes con el alma en vilo, muchacho.

- Es el tráfico, te encarrilan y obligan a ir con ellos a la par. Si te retienes protestan y si aceleras dicen que vas como loco.

- Entonces tú procura salirte por calles menos concurridas. Yo lo que necesito ahora es tranquilidad.

- De acuerdo, además tú pagas.

- Por cierto, ¿Eres de Taxi-Servicios?.

- Exacto, mira, en el cristal de atrás llevo la pegatina.

- Ya lo he visto, pero no te oigo la emisora.

- Es que la he desconectado. Oye, ¿No serás tú un ladrón?.

- No, tranquilízate. Es porque me choca el que llevo, antes, un buen rato buscando Taxi, incluso he llamado a vuestra Central y me dicen que no había coches.

- Depende. En las horas de lluvia hay mucho trabajo por la calle, entonces yo desconecto la emisora que solo me sirve para marearte con su voz impersonal y monótona y con el barullo que se prepara.

- Pero, si todos los Taxis hacen lo mismo, no me extraña que la Central no tenga uno libre que enviarme.

- Bueno, no todos lo hacemos, no es obligatorio tener la emisora encendida y atender las llamadas. Sencillamente, yo pienso, como la mayoría, que la emisora solo nos viene útil en el rato que no hay casi trabajo por la calle, cuando solo te queda el dar vueltas y más vueltas en vacío. En esos ratos conectas la emisora y alguna llamada te sale por la zona que circulas.

- No se si me entrometo pero creo que así perdereis clientes.

- Puede, pero si los mas expertos del sector lo hacen, por algo será, digo yo.


- Ya, y si esos expertos que tu dices resultan unos ignorantes y se tiran al río, los demás vais, como tontos, detrás también.

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