domingo, 22 de febrero de 2009

LAS DIOSAS NO SABEN SONREIR (Capitulo XIII - Mi Golpe)

Mientras recuerdo estos años pasados voy por la autopista, al volante de mi coche nuevo. Necesito una especie de pausa en mi vida para ponerme en orden las ideas y además, para empezar a trabajar en mi nuevo libro. Y he decidido marcharme yo solo a la costa. A un adorable pueblecito del Norte que ya conozco, tranquilo, con buenas gentes y bellos paisajes. Atrás he dejado la ciudad, hace horas, a mis amigos, a mi familia y a mi bella desconocida. Antes de partir realicé algunas llamadas por teléfono para avisarles de mi decisión de unas minivacaciones.

- Dígame.

- Jesús, soy Theo, me voy unos días fuera, a un pueblecito de la costa.

- Estupendo chico, que envidia me das. Con gusto me iría contigo, pero el trabajo es el trabajo y en esta época del año tengo mucho y debo aprovecharlo. Si fuese en otras fechas...

- No, si yo lo que quiero es irme solo. Necesito concentrarme y empezar un nuevo libro. Tan solo te llamo para que lo sepas, que me voy.

- Que te diviertas. Ya me contarás a tu vuelta.

Mi hija me comprendió perfectamente cuando la llamé para decírselo.

- ¿Te vas a bañar en el mar?.

- No lo se, depende del clima. En esta época del año suele llover mucho por allí.

- Tráeme alguna caracola, o unas conchas de la playa. Las puedes coger mientras paseas por la playa. O algún recuerdo, bueno, lo que a ti te parezca. Me gustan las sorpresas.

- Descuida, no me olvidaré de ti.

- Y espero que sea muy bonito lo que escribas y me lo dejes leer a mi primero.

- Prometido, hija. Dila a tu madre que se ponga al teléfono un momento.

- No puede en estos momentos, está en la ducha. Si te esperas un poquito no tardará en salir.

- Déjala, no importa. Era para despedirme de ella simplemente. Cuando salga de la ducha la dices que he llamado, se lo cuentas y la das un beso.

- ¿De tu parte?.

- Si, pero no la digas que es de mi parte. Hasta la vista hija y pórtate bien.

Y Angélica tenía el día en clave de humor, como casi siempre.

- Pero mira que eres pendón. ¿Y a que pueblo dices que vas?.

- No te lo voy a decir porque quiero estar yo solo y eres capaz de ir a hacerme una visita.

- Oye, no te habrá cazado alguna cualquiera y os vais a daros la gran juerga.

- ¿Piensas eso en serio?.

- Que no, hombre, que no. Era una broma. Que poco me conoces Theo.

- Te conozco bastante bien... ¿Angélica?...

- ¿Si?.

- Te voy a echar de menos.

- Gracias, no esperaba menos de ti.

- Me debes una.

- Cuando regreses por aquí. Cuídate.

En casa no estaban mis compañeros y no aparecieron mientras estuve haciendo mi equipaje. Y les tuve que dejar una nota en el tablón de avisos. Por supuesto tampoco a ellos les dije el lugar adonde yo iba. Antes de salir de casa me lo pensé mejor y escribí en otra nota un número de teléfono por si había alguna emergencia y me tenían que localizar. Pero esta segunda nota no la puse junto a la primera. En vez de eso opté por deslizarla bajo la puerta de la habitación de Marta. Confiaba en ella.

Ya cerca de la costa tomé una pequeña desviación saliendo de la autopista que me llevaría, a través de una sinuosa carretera costera, hasta ese hermoso pueblecito. Ya era de noche cerrada y yo confiaba en encontrar a alguien despierto aún que me enseñara donde encontrar alojamiento.

- Theo, ¿Qué pretendes?.

La voz me sobresaltó tanto que a punto estuve de salirme de la carretera. A mi lado se había aparecido, de repente, mi bella desconocida.

- ¿Pero que demonios haces tu aquí?.

- Contéstame tu primero. ¿Qué pretendes largándote así, sin mas?.

- Yo no me largo de nadie. Me has dado un susto de muerte, perdón, quiero decir, me has dado un buen susto, que leches.

- Quieres alejarte de mi, lo presiento. Has avisado a todos de tu viaje, menos a mi.

- Mira guapa, si no te he dicho nada es porque supongo que tu lees mis pensamientos y esto hace tiempo que lo tengo decidido. Por eso deberías también saber que no pretendo alejarme de nadie, solo de la ciudad, que necesito una tranquila temporada.

Paré el coche en el arcén y me noté aún temblando de pies a cabeza.

- Yo todo eso no lo se. Te leo el pensamiento, es verdad y se que presiento que tu pretendes alejarte de mi lado. Lo otro que dices no lo veo por ningún sitio.

- ¿No estarás perdiendo poderes?.

- No te rías. Mira, voy a decirte un secreto. Contigo hay veces en que no puedo leer tus pensamientos.

- ¿Qué me dices?, ¿Tu?.

- Si, hay ratos que te bloqueas pensando en algo y no puedo acceder a ti.

- ¿Pensando en que?.

- Eso no te lo voy a decir. No lo se, solo lo supongo. Además podrías utilizarlo en mi contra.

- No seas absurda. Entonces, ¿Es cierto que no sabías nada de este viaje?.

- Nada, en absoluto.

- ¿Y vienes hasta aquí?, ¿Y te presentas así, de golpe?.

- Yo estoy en todas partes a la vez.

- Estás loca. Escucha, puede que buscar la tranquilidad sea para mi alejarme de todo y de todos. Pero siempre os llevo en mi pensamiento allí donde vaya.

- Eso es mentira, solo piensas en...

- Vamos dímelo, ¿En qué pienso?.

- No, vamos a dejarlo así. Dejémoslo en un malentendido nuestro.

- Nada de malentendidos, chica.

Puse de nuevo el coche en marcha y durante un buen rato mantuvimos silencio. Verdaderamente me había enfadado y ella lo sabía. Así fuimos durante varios kilómetros.

- Nunca creí que pudieras hacerme una cosa así.

- Escucha preciosa, o te vas, o te quedas, o te pierdes de una vez. Yo quiero tan solo tranquilidad. ¿Me entiendes?. Tan solo pido eso.

- Pero piensas todo lo contrario a lo que me dices.

- ¡Mierda!, ¿Quieres dejar en paz ya este asunto?.

- ¿Quieres que me vaya?, ¿Verdaderamente quieres que yo me vaya?.

- Vaya, pues si. Vete a tu maldito trabajo y déjame a mi con el mío.

- ¿Ves?, ahora no te puedo leer el pensamiento, Theo. ¿En que estás pensando?.

- ¿Ahora?. Ahora estoy pensando en..., no, ahora soy yo el que no te lo digo.

- Dímelo, Theo me estás enfadando.

- Me da igual, yo creí que ya lo estábamos hace rato.

Y antes de que yo pudiese reaccionar, ella agarró el volante con una mano y tiró de él hacia la derecha, hacia el barranco. Lo último que pude ver era que todo el interior del coche daba vueltas y mas vueltas. Ella ya no estaba a mi lado y cuando llegué al fondo de la pendiente tampoco apareció por allí.

Poco después todo a mi alrededor había desparecido y un negro vacío inundaba mi campo de visión. Todo era absoluta oscuridad hasta el horizonte. Poco a poco todo empezó a clarearse con una mortecina luz, hasta quedar en una penumbra sobrenatural. Ante mi pude divisar un montículo de piedra y sobre el montículo una especie de silla o trono, también de piedra. Una conocida figura apareció por mi izquierda y deslizándose lentamente, mas que caminar, tomó asiento frente a mi en ese trono.

- ¿Dónde me has traído?.

- Theo, ahora vamos a hablar seriamente tu y yo, pero en mi terreno.

- Primero dime una cosa. ¿He sobrevivido al accidente?.

- Sobrevivirás, aún no te he querido hacer mucho mal. Mañana por la mañana te encontrarán y despertarás al atardecer en la cama de un hospital.

- Entonces, dame asiento y hablaremos cuanto quieras.

- No, te quedarás así. Ahora soy yo la que lleva la ventaja.

- Pero si siempre la llevas tu.

- No siempre. Acuérdate del taxista, o de nuestro pacto. Yo os di a escoger.

- Luego, eso, es una ventaja.

- Digamos que es un anticipo, nada mas.

- Habla pues, mujer, te escucho.

Calló durante unos instantes y me entretuve en observarla atentamente. Iba vestida tan solo con una túnica negra muy transparente y además evitaba mirarme a los ojos.

- Theo, lo que pasó entre nosotros no es normal.

- Pues según los libros de historia no es así.

- La historia miente. La historia la escribís los hombres a vuestra forma, no como sucede realmente.

- ¿Me quieres hacer creer que me concediste un privilegio único?.

- Así es. Créetelo.

- Y que me dices de Jesús, el taxista. ¿También te acostaste con él?.

- Con nadie.

- Entonces, ¿Cómo le convenciste?.

- Le traje aquí mismo.

- No me comentó nada de que le provocaras un accidente.

- No fue con el coche. Fuimos a tomar unas copas y bebió mas de la cuenta. Siempre creerá que fue un sueño de borrachera.

- Pero te cogió miedo.

- Tu también me tienes miedo.

- Al principio de conocerte me dijiste que como yo había habido otros.

- Exacto. Me salen muchos amantes siempre. Pero, créeme, solo a ti te hago caso.

- ¿Y por qué yo?.

- No lo se, tienes algo, no se. Debe ser que me hago vieja.

- Tu ya eres tan vieja como el mundo.

- Déjalo, me cogerás mas miedo.

- Pero, al menos yo se como combatirte.

- ¿Bromeas?, ¿Aquí y ahora?, ¿En mi terreno?.

- Aquí y ahora, bonita.

Y comencé a avanzar hacia ella. Noté como daba un respingo en su trono de piedra, me miraba a los ojos y juntaba nerviosa sus manos sobre su regazo.

- Theo, no lo hagas.

- ¿Ahora me tienes miedo tu a mi?.

- No lo hagas, por favor, no.

Llegué hasta ella y la acaricié el rostro con ambas manos. Cerró sus ojos, entreabrió sus labios y su hermoso pecho lo acercó hasta mi. Confieso que tuve que hacer un esfuerzo muy grande, pero logré dominarme.

- Tienes razón, aquí y ahora no. Otra vez será. Y en mi terreno, no en el tuyo.

- Miserable, te acordarás de ésta.


Y la vista se me nubló poco a poco.

2 comentarios:

Elogio dijo...

MMM que final .
Poco sometido...

Muy lindo. Es por eso que me pasaré siempre..
Bessos

BIGARIATO dijo...

Bueno.... aún queda mucha novela por publicar. Solo publico un capitulo cada Domingo. Besos.

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